La solución al cambio climático: convertir el CO2 en piedra
Investigadores islandeses consiguen mineralizar 750 toneladas
Las propiedades del basalto hacen que reaccione con el gas
Proyectos
para capturar el carbono que flota libremente en nuestra atmósfera,
procedente de la quema de combustibles fósiles y principal causante del
cambio climático que amenaza con destrozar las economías de países en
todo el mundo, hay muchos. La mayor parte de ellos se centran en la
versión más simple: coger el elemento de la atmósfera e inyectarlo bajo
tierra, que es de donde procedía antes de convertirse en gas.
El
problema de este tipo de proyectos es que, puesto que se ejecutan sobre
yacimientos de hidrocarburos agotados, su geología no se conoce con la
suficiente precisión como para poder certificar si el gas aceptará
quedarse allí atrapado durante miles de años. Un estudio que acaba de
ser publicado en la revista Science propone un método diferente: convertir el gas en piedra, literalmente.
Si se pudiese disponer de este gas de
efecto invernadero y depositarlo en una forma estable en -por ejemplo-
una mina o una cantera abandonada, quizá sería viable pensar en un
futuro en el que el planeta no sólo tiene la capacidad para frenar las
nuevas emisiones, sino también para revertir las ya realizadas desde que
se desencadenó la revolución industrial.
El proyecto de investigación en esta línea
se llama CarbFix, y se está ejecutando en Islandia, una localización
perfecta tanto por la preocupación de sus habitantes por el ecosistema
(sus primeros colonos deforestaron irremediablemente la isla) como por
la abundancia de una roca volcánica ideal para la tarea: el basalto,
según informa The Economist.
La clave está en el basalto
El
banco de pruebas es una central geotérmica que usa agua caliente
procedente del interior de la corteza terrestre para producir
electricidad, y que en el proceso libera gases subterráneos, como el
C02.
Los investigadores islandeses recolectaron
durante su estudio nada menos que 175 toneladas de este gas, lo
mezclaron con una sustancia química ligeramente radioactiva para poder
rastrear luego dónde irían las moléculas, y finalmente lo inyectaron de
vuelta a la corteza, a una capa de basalto a 500 metros de profundidad.
Dos años después de las inyecciones, el
95% del carbono se había convertido en mineral. El éxito ha sido tal que
en la actualidad la eléctrica Reykjavik Energy está intentando repetir
la hazaña a su propio coste, con otras 10.000 toneladas de CO2.
La tecnología tendrá ahora que demostrar
su viabilidad, aunque persiste una dificultad principal: pese a que el
balasto es relativamente común en el planeta, la mayor parte está bajo
los océanos y sus localizaciones en tierra no siempre son fáciles de
alcanzar, lo que obligaría a construir gasoductos desde las zonas
industriales y hacia los lugares con basalto.
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