Nicolás Maduro y Xi Jinping, durante un encuentro en Caracas en 2014. Reuters.
China se ha convertido en un importante socio comercial para muchos países de Latinoamérica y su influencia financiera en la región ha aumentado progresivamente. Esto es un motivo para celebrar y para preocuparse, según explica el Financial Times. Y es que los datos revelados recientemente por el think tank Diálogo Interamericano, demuestran que a pesar del lento crecimiento económico mundial, los préstamos de bancos de desarrollo chinos a países latinoamericanos y del Caribe (LAC) alcanzaron en 2015 cifras cercanas al récord histórico.
El Banco de Desarrollo Chino y el Banco Chino de Exportación e Importación prestaron un toral de 29.100 millones a los gobiernos y corporaciones estatales de la región, casi el triple que en 2014 y más que los préstamos del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo juntos.
De acuerdo con Dealogic, los préstamos de los dos bancos chinos mencionados estuvieron próximos a los 33.400 millones que los gobiernos de LAC pudieron conseguir en los mercados de capitales y sobrepasan de largo los 786 millones que obtuvieron de préstamos sindicados de la banca internacional. Los préstamos del año pasado solo fueron menores a los de 2010, cuando los estímulos post-crisis de China estaban fluyendo al máximo.
Las malas noticias son que mientras a los inversores internacionales les gusta prestar a emisores ortodoxos y refuerza políticas macroeconómicas sostenibles entre los gobiernos prestatarios, China tiende a otorgar dinero a naciones que simplemente pueden satisfacer sus demandas de recursos naturales o donde puede condicionar el financiamiento a la presencia de compañías o trabajadores de su país en el desarrollo de infraestructuras u otro tipo de proyectos.
Venezuela ha sido uno de los principales beneficiarios de los préstamos de Pekín. Desde 2005, el país caribeño ha recibido 65 mil millones de dólares del gigante asiático, más de la mitad del total de la región. El año pasado Caracas se aseguró 10.000 millones de dólares para financiar proyectos energéticos. "China ha facilitado políticas desafortunadas en Venezuela y ha ayudado a prolongar el mandato de Nicolás Maduro", asegura Margaret Myers, directora de Dialogue para China y Latinoamérica. "¿Quién sabe lo que habría pasado allí sin el financiamiento chino?", se pregunta.
Igualmente hay preocupación acerca de las relaciones entre China y Argentina, que en marzo de 2015, cuando aún gobernaba Cristina Fernández de Kirchner,firmaron acuerdos bilaterales de cooperación e inversión.
Pekín anunció recientemente la creación de fondos por valor de 35 mil millones que destinará a proyectos de infraestructura en la región. Personas familiarizadas con el proceso aseguran que Argentina y otros países han solicitado a China financiamiento para proyectos que aún no se han hecho públicos. La preocupación, según Myers, radica en la manera en que se identifican las inversiones y la falta de control de su utilidad y el impacto ambiental.
Es probable que la situación cambie en Argentina tras la llegada del gobierno de Macri, más orientado al libre mercado que el de Kirchner. De Venezuela, se espera que hacia finales de año caiga en default y posiblemente cambie el gobierno, lo que seguramente haría revaluar el atractivo del dinero chino.
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